Todos los árboles de Barcelona tuvieron mi ‘sello’, porque cuando empecé con la quimioterapia para tratar mi cáncer de mama iba ‘con la arcada puesta’. Me daban Primperán, pero a mi no me hacía efecto.
A la tercera sesión pensé que no lo resistiría más y un amigo psiquiatra me habló de la posibilidad de usar marihuana para calmar este continuo malestar. Me quedé espantada. ¡Yo ni siquiera era fumadora! Pero realmente no tenía nada que perder.
Al principio, les pedía a algunos amigos que fumasen a mi lado para poder inhalar el humo y el alivio era inmediato. Lo que ocurre es que al aspirar, el efecto es rápido, pero muy efímero. Poco a poco aprendí a hacerme mis ‘recetas’ para ingerir los cannabinoides de forma que pudiera encontrarme libre de vómitos durante unas horas.
Cocinaba la pasta a partir de un cogollo triturado y luego me lo untaba en una tostada con mantequilla, me lo echaba en un vaso de leche… Además de que el cannabis ha de disolverse en un medio graso es que, si no lo disimulas de alguna forma, el sabor es realmente asqueroso.
Por eso me hace gracia cuando hablan de que usando marihuana con fines terapéuticos corres el riesgo de engancharte y convertirte en un drogadicto. Lo cierto es que la dosis que necesitas es tan pequeña, que las posibilidades son remotísimas. Por otro lado, para los pacientes que se encuentran muy mal, desarrollar una posible adicción es la última de sus preocupaciones.
La verdad es que sólo tengo constancia de que esto puede suceder en los enfermos de glaucoma. La proporción de cannabinoides que necesitan para que baje la presión intraocular es tan grande que tienen que ir ‘colocados’ todo el santo día, pero ese no es el caso de la gran mayoría de los usuarios.
Y es que además, te recuerda tanto el calvario de tu enfermedad que en lo único que piensas es en que se acabe la ‘quimio’ para dejar de lado todo lo relacionado con ella. Hace 24 años que superé el tumor y no la he vuelto a probar, aunque también te digo que si recayese y no me funcionasen los antieméticos no dudaría en recurrir de nuevo al cannabis.
¿Que si recomiendo a las pacientes que lo usen? De ningún modo. Yo lo único que les digo es que, si no les funciona ningún medicamento para paliar los efectos secundarios, que consulten con su médico, nada más. A mí me ha ido bien pero esto no es la panacea y puede haber gente a la que quizá no les funciona.
¿Mi opinión sobre su uso en hospitales? Pues hasta donde yo sé, los planes no están aún bien definidos, pero de todas formas el proceso es imparable. Está claro que es necesario poner a disposición del paciente cualquier recurso que le ayude, si no a eliminar por completo su enfermedad, al menos a mejorar su calidad de vida y el cannabis es una opción más. Por eso en nuestro grupo también prestamos atención a otras cosas, como la fisioterapia o el drenaje linfático para recuperar la funcionalidad del brazo, la gimnasia, las técnicas de relajación, la nutrición; en fin, todo aquello que ayude a las mujeres a superar este duro trance de la mejor manera posible.
Ahora con esto del cannabis el teléfono no ha parado de sonar y eso nos sirve para reivindicar otras muchas cosas, pero esto no es más que una anécdota. De todas formas creo que su uso medicinal regulado es inminente, de lo cual nos alegramos porque a nosotras, como me imagino que le pasará a cualquier paciente, nos gustaría que nos dieran un producto debidamente controlado y preparado.
Ahora mismo, aparte de que te tienes que buscar la vida de forma rocambolesca para conseguirlo, es difícil ajustar la dosis, preparar la infusión o, incluso, cultivar la planta. Esto último no es demasiado útil en nuestro caso concreto.
Recuerdo a una abuelita que vino a vernos a la sede, con su pelito blanco y aspecto venerable. Quería que le diéramos semillas o que le dijéramos dónde comprarlas para plantarlas ella misma en su casa. Nos enterneció mucho, pero le tuvimos que explicar que para cuando la planta hubiera crecido y estuviera lista para la recolección, sus ciclos de quimioterapia habrían concluido.
Fuente: El Mundo