Hace cinco años me diagnosticaron un cáncer de mama, posteriormente una metástasis y todavía sigo en tratamiento con quimioterapia en el oncológico de Donosti [Instituto Oncológico de Guipúzcoa]. No llego a vomitar, pero los fármacos me provocan náuseas. Así que me fumo un porro después de comer y estoy dos o tres horas bien. O uso un vaporizador y así evito meter tabaco y alquitrán… A mí la cocina no me va…
Además de con las náuseas, me ayuda a dormir. Antes tomaba Orfidal [un sedante] y ahora no me hace falta. Y también abre el apetito, algo muy importante, porque en esta enfermedad hay que mantener el peso.
Uso la marihuana en la medida en que me mejora, porque en lo que me quede quiero tener calidad de vida. El tema ha adquirido una importancia que no tiene porque se trata de una sustancia ilegal. Yo misma, al principio, tenía miedo por prejuicios y tardé en tomarla. Pero también uso morfina y nadie se escandaliza.
Mi oncóloga lo sabe y le parece bien si a mí me ayuda. A mis dos hijos, que tienen 17 y 18 años, les jode todo este tema, pero me arropan muchísimo. La familia es muy importante para poder sobrellevar la enfermedad. No trabajo y si lo hiciera probablemente no la usaría.
Me parece muy bien que se recete y se dé en la farmacia, pero estoy a favor de la legalización total para uso terapéutico, que el que quiera las pastillas las use y el que prefiera la planta, que también pueda hacerlo. En ACAMBI [Asociación de Cáncer de Mama de Bizkaia] hay mucha gente que pregunta, pero no conozco a muchos que la consuman.
La mayoría de las pacientes con este tumor supera la enfermedad y, de utilizar la marihuana, lo hacen mientras les dan el tratamiento quimioterápico. La que nunca ha fumado no la vuelve a tomar nunca porque la asocia a la enfermedad y lo que quiere es olvidarla.
Fuente: El Mundo