Soy portador del virus del sida desde los 18 años y desde hace cinco, en ocasiones, fumo marihuana para evitar las ganas de vomitar tremendas que tengo cuando me levanto. En estos 20 años he cambiado varias veces de fármaco antirretroviral, pero en los últimos tiempos tengo problemas digestivos.
Cada día me tomo 16 pastillas, ocho por la mañana y ocho por la noche: 10 grandes de nelfinavir que son muy difíciles de tragar; dos de epivir; dos de fortasec, para tratar las diarreas que me provoca el nelfinavir y alguna que otra más por un problema de tiroides. Así controlo la enfermedad, pero me provoca efectos secundarios, sobre todo a nivel digestivo. Sufro náuseas por la mañana y me mejoran dando unas caladas a un porro.
¿Cómo empecé? Como formo parte de la Comisión Ciudadana Antisida de Álava tenía información sobre sus potenciales propiedades, probé y ví que se me quitaban. Pero sólo doy dos o tres caladas, porque mi intención no es ‘colocarme’, si no me descentraría para trabajar. Si te pasas te deja tirado.
Es cierto que hay otras terapias para tratar estos síntomas. Pero los tratamientos médicos para, por ejemplo, la anorexia [falta de apetito] son hormonales, te cambian el carácter y sus efectos secundarios son peores que los de la marihuana. Además, es un engorro tomar más medicamentos. Todos los antirretrovirales se metabolizan a través del hígado y necesito tenerlo en perfectas condiciones para poder seguir.
No lo compro en la calle porque me siento fatal. Es un mundo de marginación al que no quiero acercarme, así que ando pidiendo favores a gente que sé que consume. Hace 20 años tuve problemas con las drogas y para mí es desagradable tener que volver a relacionarme con ese ambiente para evitar los efectos secundarios del tratamiento antisida. Este problema se acabaría si se normalizara el uso de la marihuana como terapia.
No me representa un gran gasto, porque fumo poco, unas caladas por la mañana y otras por la noche, y me dura mucho. Suelo comprar unos 30 euros al mes y prefiero la marihuana al hachís. Conozco gente que ha comprado las semillas y ha dado el paso de cultivarlas. Pero yo soy un desastre con las plantas, por eso no me lo he planteado.
¿El consejo de mi médico? Se lo conté y dijo ‘si te funciona, adelante’.
Fuente: El Mundo